Claro que año tras año se suceden los períodos litúrgicos y es probable que algunas cuestiones suenen reiterativas respecto de cómo se puede trabajar en cada situación. Lo cierto es que si fuéramos aprendices de una sola palabra se alcanzaría una vez el bien y se mantendría para siempre, sin necesidad de caer en malos momentos y o feas situaciones como naturalmente ocurren.
¿Te imaginás qué cómo hubiera sido el mundo si todos hubiéramos mantenido las bellas enseñanzas que de pequeños seguro nos han dado? Estaríamos frente a un paraíso terrenal y si por algo eso no ocurre, es por el pecado contra el que tenemos a diario que luchar y que el propio Cristo redime con su Resurrección.
Es por ello que la cuaresma busca ser la creación de ese paraíso perdido, que cuanto
más se practique y en profundidad, más se mantendrá vivo más allá de la Pascua.
Cómo contribuir a la formación del paraíso cotidiano
Las acciones que se proponen para la Cuaresma tienen que ver con la búsqueda de la vida interior y con la solidaridad, es decir, con la mirada hacia afuera, puesta en la caridad. La oración, el ayuno y la limosna deben ser las palabras sobre las que tendrán que rondar tus actos.
Encontrarse dentro de este mundo de ruidos que poco lugar nos deja para la oración.
Saberse privado de algo en el entorno que nos hace cada vez más consumistas.
Mirar hacia los costados con el corazón abierto para trabajar en la igualdad y en el amor.
Quien pueda llevar a cabo estas tres acciones habrá sembrado un terreno de fortalezas para la creación del paraíso y cuantas más semillas se hayan esparcido, mejor será el fruto que se logre, que se deje y se propague.
Niños, jóvenes y adultos pueden ser sembradores del paraíso que será el mejor lugar en el que queramos habitar.
No dejemos pasar una Cuaresma como una instancia litúrgica más. Tomemos esta Cuaresma como una nueva oportunidad de alcanzar ese Edén tan anhelado.
Contenido producido originalmente por FastForward Concepts para Colegio Santo Tomás de Aquino.