La compañía es imprescindible para la vida en sociedad y para garantizarla son necesarias las normas de convivencia. Estas reglas positivas sirven para entender cómo tratarnos respetuosa y cuidadosamente y, por eso, es importante que las aprendamos desde pequeños. El seno familiar es el primer espacio donde deben estar presentes.
Las reglas de la casa varían según los valores y creencias de cada familia, pero siempre deben buscar la convivencia pacífica. Es importante que los adultos las planteen, las respeten y se las transmitan a los niños y adolescentes, pero que, al mismo tiempo, estén dispuestos a escuchar sus propuestas. Ellos deben sentir que son escuchados y que sus ideas son consideradas, dentro de los límites lógicos de su edad.
Además, es relevante priorizar las normas básicas para que se conviva en armonía, las cuales deben ser fáciles de entender, específicas y debe estar claro el por qué de su necesidad. El niño deberá entender que no cumplir con ellas trae consecuencias negativas, lo que lo ayudará a crecer como una persona responsable. Por ejemplo:
- Sentarse a la mesa para comer
- No gritar
- Cuidar la seguridad personal, como respetar el semáforo
- Ser amable, cordial y respetuoso con todos
- Cumplir los horarios establecidos
- Permitir que otros hablen y no querer tomar siempre la palabra
- Aceptar el «no» como respuesta
- No tomar ningún objeto ajeno sin permiso
- Saludar y despedirse siempre
- Ser agradecido
- Compartir
- Saber pedir disculpas
- Saber perdonar
- Estar atento al otro
Este accionar domestico será reflejado en otros ámbitos de la vida social como la escuela. Si el hijo interioriza esta forma de vincularse con otros, se evitarán posibles dificultades relacionales con sus compañeros y de conducta con los docentes ¡Empecemos por casa!