Año a año asistimos al nacimiento de Jesús y con él la renovación de las esperanzas. La Navidad es saber que el hijo de Dios llega, una vez más, para liberarnos del pecado y para enseñarnos, Dios hecho hombre, cómo debemos actuar si queremos llegar al Padre.
Y el nacimiento de Jesús también nos deja la enseñanza tan vívida de que aún del lugar más humilde puede nacer algo tan brillante y grandioso como lo es Jesús.
Volver a la humildad
En estos días vivimos envueltos por lo grandilocuente, por lo escandaloso. Cuanto más brillante, grande y luminoso sea pareciera que es mejor y, con frecuencia, no nos contentamos con lo que conseguimos que siempre queremos más y más.
Del consumismo y de querer siempre algo nuevo estamos en gran medida abarrotados y el pesebre es el que nos puede ayudar a volver a sentir en el interior lo que es verdaderamente importante.
Contemplar el Pesebre en Navidad
Tomarse un rato para contemplar el Pesebre es mágico en Navidad, mucho más mágico que todos los fuegos artificiales que intentan reflejar la alegría del momento.
Mirar la familia reunida, el establo, la pobreza y la alegría será una revelación a la que no podés dejar de asistir y que se ofrece año tras año. Reconocer los sentimientos de la unión, la esperanza, la sencillez, la solidaridad y el amor. Saber que todos reunidos siempre es un indicio de buen comienzo.
Aún que te quedan algunos días para contemplar el Pesebre, no desaproveches el aprendizaje y el testimonio al que estás invitado a asistir.
Contenido producido originalmente por FastForward Concepts para Colegio Santo Tomás de Aquino.