“Los jóvenes tienen que salir a luchar por los valores y que los viejos abran la boca, los ancianos abran la boca y enséñennos, transmítannos la sabiduría de los pueblos.” Papa Francisco.
Pasada la primera mitad del año emergen innumerables eventos en los que los jóvenes, sobre todo, pero también los pre adolescentes, van tomando protagonismo. Se va estableciendo así una especie de “escuela” acerca de lo que hay que hacer y el modo en que debe hacerse.
Sin embargo, estos lineamientos que los jóvenes suelen seguir distan bastante de lo apropiado y sano que debería seguirse para que todo esté enmarcado dentro de lo que se denomina un sano crecimiento.
Erróneamente se vincula en muchos casos, la diversión con el alcohol y el entretenimiento con la falta de límites. Eso no es así en ninguna perspectiva y no es algo a lo que haya que acostumbrarse. Caer en la simpleza de que todos los jóvenes proceden de la misma manera quita el individualismo que debe tener la educación que, como padres, se le debe brindar a los hijos.
Plantear puntos de vista, sin temor y con certezas, es siempre un buen comienzo.
Enarbolar la bandera del diálogo
Nunca hay que temer a la hora de plantear a hijos o jóvenes en general, el punto de vista propio acerca de cómo se debe proceder y actuar en contextos diversos. Cómo se desearía que actuaran y cuáles son las causas por las cuales se determinan aquellas opciones. El silencio no es buen conductor en ningún caso porque deja lugar a libre interpretación y esa puede ser la causa de malas decisiones.
El diálogo brindará tranquilidad a adultos y jóvenes porque es una manera de poner sobre la mesa las perspectivas desde ambas partes. Los jóvenes tendrán así un espacio en el que pueden desplegar sus inquietudes y los adultos deben accionar un encuentro en el que transmitir las propias experiencias o perspectivas sea el centro de la escena.
Salidas, festejos, reconocimientos, fiestas, bailes o viajes de egresados pueden ser buenos momentos de encuentro y diversión si se los vive con los valores en alza con que diariamente se forma y educa a los jóvenes. Considerar que son éstos, momentos extraídos del calendario, como parte ajena a la vida cotidiana de los jóvenes, puede traer indeseables consecuencias o incluso aquellas que nunca se hubieran deseado para los hijos.
Dialogar con los jóvenes es una buena manera de sentar las bases primarias para que después sean ellos los que quieran hacerse oír y así dejar con la boca abierta a las otras generaciones.