Históricamente era una fiesta celebrada en el siglo IV en Antioquía el primer domingo después de Pentecostés, en memoria de los mártires. Luego fue adoptada en Roma por el Papa Bonifacio IV, quien el 13 de mayo del 609, transformó el Panteón, dedicado a los dioses del antiguo Olimpo, en una iglesia en honor a la Virgen de todos los santos.
La fecha se movió luego definitivamente para el 1º de noviembre bajo el pontificado de Gregorio IV, ya que en esa fecha era la cosecha de otoño, y entonces era más fácil recolectar alimentos para los numerosos peregrinos que se acercaban a la ciudad de los mártires.
Cuando cesaron las persecuciones, se unió a la memoria de los mártires el culto de otros cristianos que habían dado testimonio de Cristo con un amor admirable sin llegar al martirio. Más adelante, aumentaron el santoral con los mártires de corazón, personas que llevaron una vida virtuosa y que dieron testimonio de su amor a Cristo.
Hoy en día esta fiesta no se refiere sólo a los mártires o a los santos que han alcanzado los altares, sino que también es la fiesta de toda la Iglesia peregrina que camina hacia el cielo.
Fuente: Ediciones Paulinas